En la imaginería de la artista se repiten la simbólica alquímica y los cuadros construidos con imágenes de múltiples ojos que miran al espectador. Un espectador que no sólo ve, sino que es observado por la pintura, interpelándolo de esta forma a usar, no sólo su ojo físico, sino también sus sentidos interiores para develar lo oculto. Estos motivos aparecen en obras de la Hª del Arte que han marcado visualmente a Sarraute a lo largo de su vida, como los Murales del Románico Catalán sobre el Apocalipsis de San Juan de la iglesia de Santa Maria de Taüll (MNAC -Barcelona), el jardín de la Delicias del Bosco (Museo del Prado) o las miniaturas de Hildegard Von Bingen. Las referencias de imaginería Apocalíptica siguen estando, en sus obras más recientes, donde las formas referente y estructuras se desmoronan,  se desdibujan, se simplifican y se convierten en líneas curva que funcionan como códigos constructores de la imagen.

Hildegard Von Bingen, Libro de Scivias, Alma y cuerpo, detalle de su concepción

«(…)
La célebre obra de Duchamp, Étant donnes, es emblemática en relación al concepto de voyeurismo: un acto en el que la mirada retiniana conecta con territorios mentales ligados al inconsciente personal y colectivo.

Esta condición del espectador como voyeur se retoma, de alguna forma, en la serie del Voyeur Visionario. (…) En esta serie, el protagonismo de la mirada en la comunicación plástica, la idea de Visión: un término que atiende a la elaboración mental y que tiene no pocas connotaciones psíquicas, metafísicas y esotéricas. La mirada se transforma en un mirar a través de, y esa en la que realiza el espectador de la obra de arte: un mirar que da el sentido y que le otorga diversas lecturas pero que, a su vez, desde esa misma obra, es mirado por el artista, que lo utiliza así como médium.

Situémonos frente a las piezas, y establezcamos un diálogo con los signos que ocultan y transmiten. Cuestionar e interrogar al receptor y plantearle su propio papel como decodificador necesario es un propósito que va más allá de esa mirada retiniana y con ello completa y colma de sentido a una obra festiva, sólo en apariencia formal.Para ver el texto completo haz clic aquí

CAPILLITAS CROIX DU CHAMP por Javier Martín

«(…) hay más razones para pensar que las conexiones esotéricas de la obra de Duchamp sean una vasta broma sobre el ridículo papel que las teorías filosóficas empezaron a ocupar en el arte a raíz del Cubismo.
(…)
Las reticencias del sistema duchampiano a ser atrapado por esta o aquella teoría, convierten al posible hermetismo de su obra en una mixtificación llevada a cabo por el revivir de la nueva literatura esotérica de la época a causa de los novedosos temas científicos que Duchamp introdujo en sus pinturas, más que una voluntad del propio Duchamp. Es decir, mi perspectiva del asunto se acerca más a la de Henderson que a la de, por ejemplo, Schwarz (aunque también a la de Calvesi, por incorporar tan sabiamente la cuestión del lenguaje).
En cualquier caso, el tema del hermetismo es de un poder evocador fascinante para la imaginación. Y en Duchamp produce lecturas de sorprendente coherencia e interés. Sobretodo para una artista como Mariana que ha estudiado estos asuntos de forma concienzuda, seria y multidisciplinar, teórica y prácticamente. Su interés desborda el bastidor de la pintura; a Mariana le interesan la práctica de la meditación,(..), el estudio del Tarot o la propia cábala y es lógico que toda esa cultura acabe invadiendo el espacio de la pintura.

El Gran Vidrio, Marcel Duchamp (1946)

Y tal vez ocurra que haya que ver su pintura de forma opuesta a la de Duchamp en su relación con el tema esotérico. Quiero decir, dado el manifiesto y abierto interés de Mariana por el hermetismo —una paradoja en sí misma—, quizás la mejor forma de abordarlo, para matizarlo de una forma crítica, sea al estilo en que Henderson plantea, de forma inversa, la relación entre la ciencia y el esoterismo en Duchamp. Esto es, como una clave que lleva implícita la verdadera razón de ser de su arte: la pintura. Porque, como pasaremos a ver a continuación, varios de los aspectos tocantes a estas disciplinas apelan a su manifestación correspondiente en el mundo físico y pueden relacionarse directamente con los variopintos estratos que la sintaxis de la pintura es capaz de soportar, a pesar de su condición de anciana tecnología. Y porque la pintura, aunque no sea un ejercicio simplemente físico —también es la cosa mentale de Leonardo que tanto gustaba a Marcel— tiene unas limitaciones muy amplias.
Es decir, que —a la inversa— el esoterismo nos hable de la pintura, al contrario de lo que estamos acostumbrados en los textos críticos en los que salen a relucir estos secretos.I. La radio y la electricidad.
El “Ojo interior”, el “alma de visionario” a los que también alude Mariana en su statement, tienen una larga tradición en la Historia de la pintura, que obviamente no podemos repasar en un texto de estas características.
Se trata de la misma cuestión que representan las miniaturas medievales que refieren a la mística Hildegard Von Bingen —y que vienen centrando el estudio de Mariana desde hace un tiempo (Al respecto véase la interesante conferencia de Victoria Cirlot, especialista en el tema en: http://www.arsgravis.com/?p=5034 )—, es decir, la intromisión de un agente que ilumina al receptor14. Que en estas ilustraciones medievales toman forma de llamas, esas mismas que de manera insistente aparecen en estos cuadros de Mariana, tanto en su forma medievalizante —como una llama que retiene todavía algo del carácter de su representación gráfica al estilo xilográfico15 — (en Lo nuevo, 2015 ó Mirones, 2014 y Voyeurs 2, 2016) como en su forma más abstracta de hacerse visible, como un destello eléctrico: cuando la mancha del pincel se hace vaporosa o el spray intuye, no exactamente una forma, pero algo diferente a una línea o una dirección. Serían algo así como encarnaciones y transmisiones de forma indefinida (los Thought-forms de los Leadbeater) que telepáticamente (como un receptor de radio) acoge el agente pictórico por antena —puesto que suponemos que en esta acción ha perdido su voluntariedad y por tanto algo de su ser individual—.

Hay otra razón para la interrupción o el cese que también apela al tiempo, pero no del cuadro. En muchos casos la información no objetiva es como un rayo, se recibe a la velocidad de la electricidad y trasladarlo o no al cuadro es un caso de disciplina: es la picassiana sentencia si la inspiración existe que me coja trabajando.

Mural del Románico Catalán de Santa Maria de Taüll – MNAC Barcelona – Angel con múltiples ojos

II. Los rayos x y la radioactividad
En el terreno de la atmósfera y el color estos cuadros son esencialmente transparentes y fosforescentes. La fosforescencia de la materia, su radioactividad, se relaciona a su vez con un momento de desnudamiento milagroso de la visión. Es decir, con una transparencia. Algo que Mariana materializa adjudicando una importancia primordial —respetando en lo posible— la blancura resplandeciente en los fondos.
(La transparencia, el desnudamiento de la mujer (la marieé en Duchamp) y la blancura del soporte de la pintura constituye todo un gaje del oficio en la historia de la pintura.)

Juegan un papel protagonista tanto la blancura del propio soporte —la tela— como el de ese nácar brillante que es característico de los trabajos de Sarraute desde hace años y que hemos podido ver en otras series. Su propiedad reflectante refuerza el aspecto interactivo que ya hemos resaltado que recibe el espectador, pero alrededor del cuadro. Como un voyeur varía la posición de su ojo en la mirilla para obtener otros matices de la escena —de rayos— x, se mueve el mirón por estos cuadros, como ante un espejo, paseándose de forma intuitiva por el simple efecto que el brillo proporciona a los cuadros: las formas se transmutan dependiendo del punto de vista.
Adquieren una particular intensidad fosforescente los limas y verdes: por su naturaleza transparente encarnan a la perfección la semicorporeidad que es capaz de adoptar la pintura cuando se la trabaja como un líquido. Mariana convierte aquí otro gaje del oficio (la transparencia de los amarillos imposibles de hacerlos resplandecer sin un blanco tras de sí) en un jalón de su gramática pictórica.

Este oximorón nos vuelve a remitir al paradójico misticismo disoluto (..). La única manera de entender, también en Mariana, cómo una pintura tan sensual, con un rol tan importante de la exuberancia del color y sus atributos más carnales pueda remitir finalmente a ideas de la tradición esotérica.

III. Los capillitas y la cruz del campo
Cruz y ficción, 2016, además de ser la pieza más rotunda de esta exposición, es la pintura en la que podemos detectar en su título un juego de palabras que se relacione a esa otra forma de hermetismo —el lenguaje— al que tanto partido le sacó Duchamp. No parece que esta manera de abordar la imagen atraiga especialmente a Mariana Sarraute. Porque lo que Marcel conseguía con la palabra (una borrachera de referencias por medio de homofonías, paronimias, homonimias, descomposiciones léxicas, desplazamientos de letras y palabras, etc.) Mariana lo traduce con la maraña de motivos —que se hace más patente en esta obra que en otras—.

III. Los capillitas y la cruz del campo

Étant donnés, Marcel Duchamp (1946)

Cruz y ficción, quizás por lo obvio de su apelación a una iconografía tan reconocible, aborda el tema con cierta ocultación a base de la saturación. Aunque la transparencia sigue reinando está cerca de llegar a la opacidad y esa necesidad de ocultamiento se ha traslucido incluso en el título.
La maraña es un sistema en el que encajan perfectamente las interrupciones que también, ya hemos destacado, usa Mariana en sus cuadros. Se trata de obligar al espectador a dar saltos entre los mismos motivos para re-significarlos en cada una de sus apariciones a causa de la repetición. Saltos de la mirada en este caso. Exactamente el mismo recurso que Duchamp usa en su Boîte verte con la voluntad de pervertir el sentido de las explicaciones y ridiculizar esto mismo que se supone que vengo a hacer aquí: rodear a la pintura de literatura. Pervirtiendo el sentido explicativo de la nota y la cita, y reteniendo su efecto como interrupción del relato principal (algo que he hecho yo también en este texto, por si no queda claro). El efecto es el del más viejo de los hermetismos: para comprender algo hay que saber leer entrelíneas.
Esta concepción de Duchamp lejos de haber disuelto las teorías establecidas que le son ajenas a la pintura ha conseguido históricamente justamente lo contrario: diluir el trabajo del artista en el de la construcción de un relato, a la manera de un Mesías (por eso toman sentido las escenificaciones mesiánicas, dirigidas a su ridiculización, que en la actualidad hacen pintores como Jonathan Meese). El mismo Duchamp se ha convertido en una especie de Mesías rodeado de capillitas que no acaban de entender que el asunto era desactivar el lenguaje por saturación. Y no convertirnos en escritores porque Eso recuerda demasiado a la propaganda y a la religión.»
CAPILLISTAS CROIX DU CHAMP . Javier Martín 2016.

Para ver el texto completo en PDF, haz clic aquí.